martes, 14 de octubre de 2008

Adiós en dolor mayor para Eduardo Ramírez

Eduardo Parra Istúriz


La muerte de Eduardo Ramírez es, a mi entender, la mayor pérdida que sufre la canción protesta en Venezuela desde el fatídico día de 1984 en que partió Alí Primera.

Aunque no fue tan afamado como Alí, también forma parte del grupo impresionante de cantautores que, a la sombra de toda difusión radial, crearon canciones fundamentales para la revolución que ya encendía antorchas en los años 70 allá en Falcón y Lara. ¿Cuántas veces fue apresado? no sabemos, y no importa, porque su obra sí quedó grabada.

Eduardo Ramírez es una voz familiar, porque mi padre me hacía escuchar desde muy pequeño el único LP del grupo Ahora que teníamos, y que conservo amorosamente, un ejemplar magnífico con doble carátula, titulado A Juan.

Fueron olvidando a Juan
se fue olvidando al obrero
se fue olvidando que el pobre
tiene derecho a este suelo

Así comienza A Juan, la canción titular del disco. Pero seguro que la canción más conocida de Eduardo es Sí podemos, un tema desarrollado para la campaña presidencial de José Vicente Rangel, y que se convirtió luego en el himno del partido ex de izquierda Movimiento al Socialismo (MAS). Incluso, la fracción chavista -y luego traidora- del MAS, comandada por Ismael García, se llama Podemos.

Allá en la fábrica donde trabajo
esta mañana mi jefe de grupo
me echó a la calle con una sonrisa
me echó a la calle sin tener piedad
Y si lucháramos todos unidos
tú sabes bien que el patrón cederá
si en cambio vences a los rompehuelgas
que le dan la fuerza que no tiene ya
esposa mía
debiste verlos
ir agachados sin tener vergüenza
tras ellos gritábamos rompehuelgas
y uno por uno empezaba a entrar...

Así le cantó con Ahora a la lucha sindical, a la necesaria unidad para derrotar a las fuerzas de lka derecha de siempre. En ese entonces nadie -ni él- podía imaginar que ocuparía un curul en la Asamblea Nacional, gracias a la revolución que 35 años atrás aupaba. Pero no sólo el obrero y su lucha; sino que también al niño abandonado en el cerro:

Qué le pasa al negro
no puede dormir
su mamá no llega
papá no está aquí
el negrito llora
llora sin consuelo
no puede dormir
está frío el suelo...

Eso en "Qué le pasa al negro", pero también al niño trabaador, en Zamurito de Caracas:

Miren al pobre negrito
trabaja de sol a sol
y he sabido que tenía
en el peho un corazón
que vive en un pe'azo 'e rancho
que juega a lustrar zapatos
¿no habrá quien se ocupe de él
no habrá quien lo quiera un rato?

Y encontramos en Allende un canto de dolor y de advertencia:

Como ejemplo hay que tomar
lo que en Chile ha sucedido
todo muy bien dirigido
por el yanqui criminal
(...)
el pueblo responderá
y cobrará con honor
la vida de Salvador
quien les acompañará
y su imagen estará
en el campo de batalla
y donde quiera que se haya
un valiente luchador
defendiendo con valor
el pueblo con la metralla.

Lamentablemente su obra no tuvo la difusión requerida. Sus discos fueron recogidos constantemente por la DIM, por la PTJ, por la canalla uniformada, o no. Sus mensajes quedan en las grabaciones celosamente escondidas por los arriesgados, por los comprometidos hasta el sinremedio.. .

Eduardo se fue, hoy lo llevan a su descanso físico, a su última casa. Pero su voz sigue en la lucha su ejemplo de hombre pobre que muere pobre a pesar de ser diputado; siguen en su cuerpo un rato más, las marcas de la tortura; y en nuestras almas, la marca de haberle conocido, de estrechar su mano, de guardar celosamente un LP con 12 canciones, y un disquito de 45 rpm que suena medio rayado, pero que lleva el mensaje a las conciencias. ..

Hora de asalto y secuestro
diálogos de dinero y metralla
doctores del poder y la miopía
aniquilan el sntido común
en aras de la técnica, la ley y la justicia
no es posible saber hasta dónde llegará el superhombre
ya que habiendo vencido monstruos y microbios
fraccionado el átomo
y forjado complicados aparatos que parecen superar a su cerebro
no ha podido construir la paz
porque son dueños sin conciencia
difunden el miedo y el espanto con sus maravillas voladoras
y embrutecen a las masas con palabras y visiones electrónicas
dividiendo los pueblos
los hombres que hoy están naciendo limpio
elevarán a los cielos
un canto alegre de amor y de esperanza...

miércoles, 8 de octubre de 2008

Credo por el Che

José Aurelio Paz


No amo al Che de los billetes, ni al de las pancartas, las fosforeras y los llaveros. Quiero a un Che vivo, al que no han logrado desprenderle la luz de adentro para convertirlo en fría estatua.
No busco a Guevara en el ropaje frío de un discurso, ni en libros de Historia, ni en los sellos. Quiero al Guerrillero que, encerrado en su catedral de asma, se escapaba de la Sierra, bajo la llovizna, para volar a lo posible de lo eterno.

No es un Che de papel el que hoy venero, ni de mármol, hierro o bronce. Tampoco el que han querido sepultar sus enemigos, temerosos, bajo el óxido del descrédito.

Creo en el Ernesto que es el aire, ese que se respira y no se deja atrapar; que sostiene al colibrí con igual ímpetu que a un cazabombardero; que es brisa suave o torbellino, abanico de palmas o huracanes; que no se le ve, pero se lleva dentro, cuando mueve cada hoja de esta leve rama que somos del Árbol nuestro.

Creo en ese que es arroyo de montaña: transparente, indetenible, fresco. Ese que mueve su campamento de Norte a Sur y de Este a Oeste, con un nuevo ejército de jóvenes, aún más rebeldes, que planea una estrategia desde todas las latitudes.

Por eso, perdóname, perdónanos Guevara, las veces que hemos convocado tu nombre falsamente, que hemos ido al trabajo con desgano, que hemos permitido que la consigna sea esa voz hueca y forzada que no abre caminos; o hayamos pretendido retener tu espíritu en el trasluz de una fotografía o un documento.


Hoy, Che, mueve la Patria sus pies ligeros:
Conga que abraza «tu son entero».
Cinco son las puntas de la Estrella Solitaria
Y cinco los nuevos guerrilleros.
Tu pueblo es el mismo, aquí está,
Tratando de inventar una vez más tu loco sueño,
Ese de convertir la utopía en aguaceros...
¡Cuántas novias aún te esperan,
Cuántos, los brazos abiertos!